Palabras

Escribir, un comienzo, una página en rojo. Hacerlo sin tener práctica, casi como vivir, sin experiencia previa o más bien borrando toda experiencia adquirida

Escribir, una radiografía del sentimiento.

Escribir es un tiempo donde hablar de lo genérico está permitido. Es el lugar del divagar: quien viene a leer lo de otro, viene abierto. Leer es un acto voluntario y escribir un acto que libera. La libertad se mueve a ambos lados de lo escrito.

Carta de un profesor amigo de Julio Cortázar

Ciudad sin piedras

La traviata

Mudanzas

Poetic services logo

Visiones

Mirar. Expectación de todo. Pre-sentir el sonido sordo de la mente ajena, dando vueltas, expresándose en la mirada extensa. Plano infinito.
Soledades en palabras. Fue el lenguaje quien rompió la comunicación; como si necesitáramos de las palabras para mostrar una flor o sentir una piedra.

Las continuas demarcaciones. Abstracciones que construyen lo virtual, nos condenan a la incomunicación. A cambio, continua recreación del medio. Progreso y desarrollo. Invención del mundo.

¿qué queremos contarle al otro?

¿para quién tanto desarrollo?

El arte es un invento

Maquimaginaciones

Líneas

«De una carta tirada sobre la mesa sale una línea que corre por la plancha de pino y baja por una pata. Basta mirar bien para descubrir que la línea continúa por el piso de parqué, remonta el muro, entra en una lámina que reproduce un cuadro de Boucher, dibuja la espalda de una mujer reclinada en un diván y por fin escapa de la habitación por el techo y desciende en la cadena del pararrayos hasta la calle. Ahí es difícil seguirla a causa del tránsito, pero con atención se la verá subir por la rueda del autobús estacionado en la esquina y que lleva al puerto. Allí baja por la media de nilón cristal de la pasajera más rubia, entra en el territorio hostil de las aduanas, rampa y repta y zigzaguea hasta el muelle mayor y allí ( pero es difícil verla, solo las ratas la siguen para trepar a bordo ) sube al barco de turbinas sonoras, corre por las planchas de la cubierta de primera clase, salva con dificultad la escotilla mayor y en una cabina, donde un hombre triste bebe coñac y escucha la sirena de partida, remonta por la costura del pantalón, por el chaleco de punto, se desliza hasta el codo y con un último esfuerzo se guarece en la palma de la mano derecha, que en ese instante empieza a cerrarse sobre la culata de una pistola.»

Julio Cortázar
Historias de Cronopios y Famas